Estados Unidos perdió su lugar como potencia mundial al pasar los años.
Eran otras las épocas y otra la historia cuando los tenistas nacidos en suelo norteamericano dominaban por completo el circuito masculino. Por errores en la formación, falta de profesionalidad u otros problemas específicos o en particular, ya son varias generaciones que demuestran la decadencia yankee.
Estados Unidos posee una gran cantidad de récords gracias a todos sus años como predominante y a las incontables victorias obtenidas por sus máximas figuras en décadas pasadas.
Desde el inicio de la Era Abierta hasta el 2003, fueron 6 los jugadores que alcanzaron el número uno del mundo: Jimmy Connors, John McEnroe, Andre Agassi, Jim Courier, Pete Sampras y Andy Roddick.
Un país acostumbrado a festejar torneos de Grand Slam (51 entre todos sus jugadores), suma ya 17 años desde su última conquista, la cual parece lejana cuando recordamos a un joven Andy Roddick triunfar en el suelo de Nueva York.
Durante la última década, las mayores alegrías para los estadounidenses fueron los dos títulos de Masters 1000, uno de Paris y otro en Miami, obtenidos por Jack Sock y John Isner respectivamente. Lejos están de revivir las épicas batallas entre Sampras y Agassi, o los triunfos en algún Grand Slam.
Esta generación, actualmente cuenta con 8 jugadores entre los 100 primeros del mundo: Taylor Fritz (24°), Reilly Opelka (39°), Sam Querrey (45°), Tennys Sandgrem (55°), Tommy Paul (57°), Steve Johnson (63°), Frances Tiafoe (81°) y además, a John Isner (19°) como su primer raqueta en 7 de los últimos 8 años.
El apogeo del tenis estadounidense masculino está en decadencia y los fanáticos entran en crisis a pesar que en la vereda de enfrente el tenis femenino disfruta de jamas haber sufrido semejantes sobresaltos. Gracias al dominio a través del tiempo de las hermanas Williams y a la actualidad (y futuro) que emanan de las figuras de Coco Gauff y Sofia Kenin, por citar a algunas, las chicas tienen un porvenir más encaminado.