La lucha de Osaka por concientizar y poner al racismo como algo que no debemos ningunear.


A pesar de su introvertida personalidad y sus poco verborrágicas declaraciones, Naomi Osaka pudo poner en primer plano sus pensamientos y sentimientos durante estas dos semanas de constante e ininterrumpida competencia en la burbuja del US Open compartida con el torneo de Cincinnati. Finalista en ambos certámenes, y campeona este sábado en el Arthur Ashe ante Victoria Azarenka, la japonesa fue la primera tenista en convalecerse con la causa mundial del racismo cuyo auge estuvo nuevamente en Estados Unidos en este último mes y medio.

Breonna Taylor, Elijah McClain, Martin, Ahmaud Arbery y George Floyd fueron algunas de las leyendas que estuvieron presentes en las máscaras que utilizó al momento de salir a la cancha en su camino al título en Nueva York. Conmovida e indignada por el caso de Jacob Blake (un hombre afroamericano que recibió siete disparos por la espalda de la policía norteamericana en Wisconsin en un escandaloso y repudiable hecho), Osaka participó del boicot de deportistas en Estados Unidos (donde ademas se sumaron los basquetbolistas de la NBA, entre otros) que culminó con la suspensión por un día de las actividades masculinas y femeninas durante Cincinnati.

«Creo que más que preguntarse cuál es el mensaje que quería enviar pienso que tenemos que pensar en qué mensaje recibió la gente. El punto es que la gente comience a hablar del tema», respondió Osaka ante la consulta sobre su lucha silenciosa pero cargada de simbolismos en su andar a la gloria en el US Open. El mensaje de Naomi, sus máscaras, el trofeo. La campeona encontró un lugar ideal para poner en un primer plano mundial el problema eterno del racismo. Ahora, es momento que la gente comience a hablar.