Cuando alguien te asegure que las cosas son así, escuchalo, pero no dejes que te convenza, sobre todo si tenes un sueño muy grande. Y muy tuyo. Uno que viene de adentro.

La gente, las personas, nosotros, desde chicos somos especialistas en marcar que es lo que no se puede hacer. Y eso termina convirtiéndonos a todos en algo parecido, previsible, aburrido, vacío.

Nadie puede salirse de lo «normal». Ni alterar el orden, el mismo que está atado con hilos, y hasta con nada,  en las puntas.

En una era de gigantes del tenis, en donde hasta se complica para aquellos jugadores que miden menos de un metro ochenta, ¿qué podemos esperar de aquellos que están por debajo del metro setenta?

La ventaja que tuvo Diego Schwartzman desde pequeño es que siempre fue chiquito, y por alguna maravillosa razón, nunca dejo de creer que era posible. Aún cuando escuchaba a los especialistas, o cuando se comparaba con sus pares, podía asentir con la cabeza, pero no con su voz interior.

El tenis suele dar muchas lecciones, de vida sobre todo. El deporte muchas veces es un ejemplo o un encarnizado espejo en donde se reflejan todas nuestras ansias y frustraciones. Nosotros idolatramos y nosotros condenamos, nosotros nos sumamos al éxito y nos camuflamos del fracaso. Eso es porque tenemos miedo. Porque no sabemos y porque nos cuesta horrores reconocerlo.

Cada tanto aparecen este tipo de personas, esas que tienen infinidad de cosas para perder, y muy pocas para ganar. Esos que son caprichosos y se resisten. Esos que son capaces de lograr cosas imposibles y de llenarnos los ojos de lágrimas.

Hubo un momento en que dejé de ver el partido, me distraje, estaba sentenciado. Pero ahí seguía el Enano. Corriendo y luchando cada punto como si fuera el último, y estuvo tan cerca de jugar el último, que todos se volvieron iguales. Era pegar, y correr, y moverlo, y vuelta a pegar, y vuelta a correr y vuelta a moverlo. Y volver y resucitar, una y otra vez.

Será porque desde pequeño habrás aprendido a luchar contra la adversidad, a no rendirte, a ir por una más.

La vida es muy parecida al tenis, porque irse al pasado mucho no sirve, y adelantar varias movidas muchas veces nos hace perder el foco. Lo difícil es aprender a luchar cada punto y concentrarnos en ese presente que no vuelve más.

Cuando Grigor rompió su tercera raqueta el ya no estaba ahí. Había perdido la batalla de base.

Del otro lado, y dispuesto a seguir corriendo un rato más, lo esperaba un jugador que había ido creciendo con cada punto, y en cada game. Ya no era tan chiquito como cuando jugó su primer torneo en el club. Ya no era tan predecible como para no poder entrar en el top 100. Ya no tenía tan pocas condiciones para ser profesional.

Del otro lado había un jugador que hacía menos de un mes sintió que tocaba fondo y que en el fondo se reencontró consigo mismo. Uno que recordó que fue lo que lo llevó hasta dónde había llegado.  Del otro lado estaba Diego Sebastián Schwartzman, el gran campeón del ATP de Estambul, por carácter, talento, don de persona y entrega, un gran ejemplo a seguir para todos.

(Foto: Istanbul Open)

2 Comentarios

  1. Grande peque ,lo unico q tenes de peque es la estatura ,de resto sos un grande en todo ! Felicitaciones locura

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