Termino de leer el primero y el más corto de los cinco libros que tengo en la mesa de luz. Se llama “el abismo”, y trata sobre la superación o la renuncia de ese periodo de incertidumbre, donde los mortales bajan los brazos y los fenómenos se hacen más fuertes.

Tantos nombres se me vienen a la cabeza: Agassi, Capriatti, Pierce, Muster, entre muchos, que han remasterizado sus carreras, para llegar a lo más alto, luego de superar su “abismo más profundo”.

Luego de triunfar a edades tempranas, parece muchas veces que las virtudes que los han llevado hasta un lugar, se transforman en limitaciones para el siguiente nivel. O jóvenes que han tenido que sacar las garras muy rápido para hacerse de un lugar y al llegar no pueden sostenerse.

Paula Ormaechea. Getty Images.

Dos casos de los nuestros son Paula Ormaechea y Facundo Arguello. Paula, decidió operarse la muñeca izquierda, lesión que hacía un tiempo no la dejaba rendir en todo su potencial (en el transcurso de su recuperación, llegó a jugar torneos sin puntos WTA, prescindiendo de su mejor golpe por tener una fédula en su muñeca izquierda). Hoy se la ve disfrutando, tal vez porque sabe que su regreso ha comenzado.

Para Facundo, era volver a los futuros, en un principio, sin resultados, que poco a poco se fueron revirtiendo y hoy media el año con dos títulos en singles y tres en dobles. Y una clara señal de una recuperación promisoria.

Ellos podían haber renunciado, pero decidieron reinventarse. Y así como las águilas, cuando media su vida, vuelven a la montaña, para romper su pico, desplumarse, destruir sus garras para seguir viviendo. Bajaron la cabeza, se sintieron indefensos, frágiles, volvieron al nido, rompieron su pico y destruyeron sus garras, para tener nuevas armas, y volar mucho más alto.