Desde su joven irrupción con 15 años en el tour.

Sus pantalones largos, la musculosa y esa aparente soberbia que tan mal me cayó.

Ayer, con 31 años y un par de varios logros legendarios a cuestas.

Aún sigue dejándome mudo.

Juré que con esa derecha no podría llegar muy lejos, juré que con ese estilo jamás iba a ganar Wimbledon.

Hoy no sólo lo respeto, sino que lo admiro.

Porque en el caos él es el Rey.

Sigo maravillado con lo que hizo anoche. La determinación, la vehemencia, la locura, la explosión. La pelea.

Cómo si nunca hubiera ganado nada o si lo hubiera conseguido todo.

Es un punto, la vida o la muerte.

Y el público otra vez al borde de las butacas. Y un gigante que tambalea y sabe que va a caer muchísimo antes de que el partido llegue a su fin.

Por esas avivadas del destino, a la sombra de Roger esperarás.

Paciente, sereno, reprimiendo furia asesina.

El talento de la lucha sin filtro.

Gracias por otra obra maestra. Matador.