Cuando Horacio Zeballos se limitaba a recibir el muy merecido agasajo en el Buenos Aires hace ya un par de semanas, BATennis se abría a la filosofía con el marplatense de un modo más analítico que surrealista. Conocedor de los pormenores de un circuito y otro, la reflexión de «Zebolla» abre nuevamente, el abanico de opiniones acerca de que tan lucrativo es ser tenista tanto dentro de la elite como fuera de ella.

«Te diría que solamente los primeros 150 mejores del mundo en singles pueden vivir del tenis. Los jugadores de elite, especialmente, están luchando para que más tenistas puedan vivir de esto y ser profesionales. Un 300° del mundo es un jugador de muy alto nivel y debería poder llegar a solventarse con los gastos. Se está luchando para que haya más plata en los Challengers o en los torneos más pequeños. En dobles tenés que estar dentro del Top 30 para poder bancarte económicamente.»

La tranquilidad y estabilidad económica en un deporte que nos mal acostumbró a una repartija desigual de ingresos entre diversos grupos de jugadores es una odisea cuyo camino en muchas ocasiones no se logra atravesar. Así, el retiro prematuro por las inclemencias monetarias han sabido minar el campo de acción de varios jóvenes jugadores o también de veteranos y trotamundos del circuito que nunca pudieron alcanzar el necesario umbral de ganancias para sobrevivir.

El 2019 de Zeballos es una vidriera que confirma su consolidación en el tour de dobles. Con la reciente final alcanzada en el US Open y el título del Masters 1000 de Montreal (ambos en pareja con el español Marcel Granollers), el puesto de Horacio en el pedestal de la elite del circuito de duplas es un aliciente para el tenis argentino y es algo que lo acredita a encontrar un muy buen rédito económico, no siendo el caso de los que están por fuera del selecto Top 30, como él así lo describe.

La reflexión final, y no estamos descubriendo nada nuevo, es solamente para refrescar memorias y volver a poner el tema en discusión. La fortuna que el tenis recolecta alrededor del globo gracias al siempre desarticulado mundo de los sponsors y patrocinios (y sin contar con el grave problema del dinero ilegal otorgado por las apuestas y el arreglo de partidos, sobre todo en torneos de menor jerarquía) es contraproducente con el límite ganancial que admite Zeballos. La respuesta podría reducirse en un claro reparto desigual de ingresos económicos, la mayoría de las veces guiados por la imagen marketinera de los Federer, Nadal o Djokovic (por citar algunos nombres), y la obtención de resultados redituables que le concedan ese inmenso beneficio al jugador, algo inherente a su meritocracia deportiva. ya con esta conclusión sobre la mesa, la pregunta legítima es: ¿Por qué sigue pasando esto en un deporte cada vez más masivo?