Yo tenía 16, cuando aún me quedaban dudas sobre que deporte quería practicar con exclusividad.

Yo tenía 16, cuando todavía el título universitario parecía lejano, a veces inalcanzable.

Yo tenía 16, cuando sentado frente a la tele tras un lunes más en el secundario, mis padres me veían llorar.

Yo tenía 16, cuando experimentaba el amor de mi primera novia. Hoy, ya casado.

Yo tenía 16, cuando todo el mundo se reducia a mi mismo, cuando las responsabilidades comenzaban a romper mi ecosistema, pero no me daba cuenta.

Yo tenía 16, cuando sentado en el sillón, vi ese sobre pique de Roger irse largo.

Yo tenía 16, cuando no entendía la magnitud de lo que estaba sufriendo, y de lo que terminé disfrutando.

Yo tenía 16, cuando el tenis me regaló a mi primer gran héroe contemporaneo de mi tierra.

Yo tenía 16, cuando un tandilense tuvo la audacia de irrumpir en cuanto corazón estuviese sintonizando ese partido.

Yo tenía 16, cuando en 2009 todavía estaba en mis años dorados de tenis, pero que esos mismos comenzarían a flaquear.

Yo tenía 16, cuando el sueño dorado de Delpo se materializaba en la realidad.

Yo tenía 16, cuando no podía más y hasta no entendía mis lágrimas a caudales.

Yo tenía 16, cuando los retos de mi vieja eran frases sin sentido.

Yo tenía 16, cuando salía a bailar seguido.

Yo tenía 16, cuando los dedos de las manos no alcanzaban para contar los amigos.

Yo tenía 16, cuando en esas tardes me debatía entre el Winning Eleven o el Virtua en la Play.

Yo tenía 16, y hoy tengo 26. En una década pasan muchas cosas, y se olvidan tantas…
Pero en esas que perduran, no quedan dudas. Gracias por todo, hoy vuelvo a tener 16.